"El movimiento antiglobalización en la mira"
(Rafael Uzcátegui, Texto extraido del Ep Sindios/@patia-No, 2001)


Tras los sucesos del 11 de septiembre y la política de retaliación mundial "larga y sin pausa" que adelanta la administración Bush, los portavoces de la Casa Blanca han dibujado un organigrama de 42 organizaciones que, desde diversos lugares del globo, amenazan los intereses de Estados Unidos. Las cuadrículas desbordan las coordenadas del medio oriente y la lista incluye nombres como los del Ejército Rojo Japonés, los Tigres de Liberación del Eelam Tamil, el Partido Laborista del Kurdistán, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y el Movimiento Tupac Amarú. Para todos se prometen acciones posteriores a las iniciadas contra Osama Bin Laden. Con ellas se espera desarticular la "telaraña planetaria del terrorismo", promesa que ha oxigenado la añeja hegemonía geopolítica estadounidense, en franco declive tras los reordenamientos que siguieron el derrumbe del Muro de Berlín, los adelantos tecnológicos de todo tipo y la liberalización de la economía mundial. El ranking, elaborado por el Departamento de Estado, ha sido elaborado con criterios que definen las "actividades terroristas" de una manera amplia y generosa, tanto que podría perfectamente abarcar cualquier expresión contraria al "american way of life".

Ante el vértigo visual de los aviones impactando las torres gemelas y el desconocimiento inicial de la autoría de los atentados, los índices apuntaron en variadas direcciones. No faltaron aquellos que señalaron al vasto movimiento antiglobalización que convergería en Washington 19 días después frente a la reunión bianual del FMI y el BM, en virtud de la efectiva estrategia desarrollada en noviembre de 1999 en Seattle, como responsable. El simbolismo del Centro de Comercio Mundial y el Pentágono como adversarios era común a los dos, pero muy real para el bando del ataque aéreo. A pesar de la revelación mediática del apellido Laden, cierta intelectualidad seguía tejiendo inquietantes coincidencias y avivando con ellas el fuego histérico de la opinión pública.

Para quienes comulgan con la versión que explican los hechos como "atentado a los valores occidentales", los elementos más militantes del movimiento antiglobalización deberían engordar la lista de los 42. Una amenaza que los alérgicos al fundamentalismo capitalista deben prever si colocamos la lupa en el curso de los acontecimientos.

La espectacularidad y sincronía de las acciones mellaba para siempre la infabilidad física de los Estados Unidos. Las huestes del Tio Sam aparejaban el temor con las peticiones de control y restricción de sus libertades individuales en su apuesta ingenua por el "nunca mas". Las pretensiones de control panóptico a Internet navegan ahora en un mar favorable, impulsando el desarrollo de software de monitoreo y seguimiento de e-mails y desciframiento de lenguaje encriptado. Pero si esto es por ahora una posibilidad, lo real en la virtualidad de la red ha sido la cesantía de páginas webs consideradas "antinorteamericanas" y "apologistas de la violencia". El ejemplo más pintoresco lo constituyó el website oficial de la banda crossover Rage Against The Machine, famosa por sus incendiarias y politizadas canciones en contra de la política exterior de los Estados Unidos. El chat de la página registró infinidad de mensajes que describían los ataques con el florido lenguaje de un parte de guerra, en donde cada acción indefectiblemente genera una reacción. ¿Quiénes utilizan la red para promover sus internacionales del crimen? "Los pederastas, los narcotraficantes, los terroristas y los globalifóbicos" contestan a coro los cancerberos del Gran Hermano del norte.

Terror contra el terror
La censura en Internet es sólo parte de un ambiente que recuerda los peores días del MacCarthysmo, aquellas décadas de cacería de brujas en Norteamérica bajo el argumento de la influencia comunista. La compañía Clear Channel, dueña de 1.170 estaciones de radio en los estados de la unión, ha enviado un memorándum a sus directores de programación que incluye 150 canciones que deben ser retiradas de la transmisión. Una mueca de sonrisa debe dibujarse estos días en el cadáver de John Lennon: su himno pacifista "Imagine" figura en el inventario. La industria cinematográfica, por su parte, hace lo propio. Guiones modificados, aplazamiento de estrenos e interés en rodar a toda prisa films de exaltación de valores familiares sólo adelantan una cosa: en un futuro cercano el patriotismo exacerbado y el revanchismo reconquistarán la gran pantalla. La fórmula será tan simple como clara: menos narcotraficantes latinos, mas turbantes y fanáticos como villanos de turno. Y ante un previsible desgaste de las tramas, ¿serán los activistas contra la globalización actual el relevo de la amenaza a "occidente"?

La resignificación del término "terrorista" y su aplicación a movimientos sociales con claros fines criminalizadores será una tendencia a fortalecerse en lo inmediato. Las fuerzas más conservadoras sacaran partido del miedo al terrorismo tanto para neutralizar embriones perturbadores como para compensar repliegue político. Una experiencia cercana lo constituye el movimiento de ocupación de inmuebles (los okupas) en el Estado Español, cuyas "probables" -pero sin pruebas contundentes- conexiones con ETA han dado luz verde a una encarnizada represión policial.

No solamente afianzar convenios de cooperación entre organismos policiales y de inteligencia de los diversos Estados, el 11 de septiembre también es un espaldarazo a la creación de cuerpos policiales supranacionales. Europol es un organismo con personalidad jurídica propia que entró en vigencia el pasado 1 de enero de 1999. Contando con 130 expertos provenientes de 15 países y destacados en La Haya (Holanda), su labor principal es recoger y analizar información sobre ciudadanos que pertenezcan a una estructura delictiva organizada que afecte a dos o más Estados. Jurgen Storbeck, comisario alemán y coordinador de Europol afirma que "la lucha anticriminal no es posible sin el análisis de informaciones sobre las vidas privadas". Si sumamos a esto la total inmunidad de sus funcionarios con respecto a normativas nacionales, el resultado es un organismo incontrolable cuyo fuerte es el control orwelliano sobre las personas. El 21 de agosto pasado el diario británico The Independent revelaba que tras el rechazo de la propuesta del ministro alemán del interior, Otto Schilly, para crear una policía especializada en los grupos antiglobalización, la contrapropuesta aprobada era intensificar el trabajo de la Europol en el seguimiento de los grupos que acuden a las convocatorias de protesta mundial.

Recomponiendo las alianzas
Las amenazas de un entorno hostilizado no es la única consecuencia para el heterogéneo movimiento antiglobalización tras los ataques del 11 de septiembre. Una grieta se agranda en su fuero interno, corroyendo el frágil tejido que unía en las calles a sus partes. Los avionazos truncaban meses de preparativos para converger el 30 de septiembre en Washington ante una nueva reunión de los organismos multilaterales. Pero no todos los involucrados estuvieron de acuerdo en suspender las movilizaciones. Redes como Convergencia Anticapitalista y el Centro de Acción Internacional apuntaban que los atentados eran utilizados por EE.UU como excusa para impulsar su dominio, y que la guerra era un síntoma que apuntaba al problema de fondo: el capitalismo. Por tanto, había que actuar en consecuencia y reformular la convocatoria sin dejar de realizarla. Colectivos importantes cuantitativamente como ATTAC o Movilización por una Justicia Global se sumergieron en un silencio que, para los anticapitalistas, era tan estridente como el rugido de los motores de los portaviones del ejército estadounidense. La vieja polémica entre quienes buscan modificar algunas políticas económicas y quienes persiguen la supresión total del capitalismo volvieron por sus fueros. Para las ONG´s más burocratizadas las estrategias de acción directa violenta, utilizadas por grupos como el Bloque Negro, representaban un eufemismo del terror que había que erradicar del movimiento. Para los otros, aquellos eran unos reformistas en búsqueda de reconocimiento institucional. El resultado fue que los sectores más militantes y críticos de la antiglobalización marcharan solos ese último fin de semana de septiembre, contrariando las críticas de la derecha gringa, los media y de sus propios (¿ex?)compañeros de trinchera. En un futuro, los fantasmas de las víctimas civiles de Afganistán estarán presentes en las protestas contra la OMC, el FMI o el G-8 dificultando mucho más las jornadas que los propios cuerpos de policía.




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